miércoles, 27 de agosto de 2008

Camino a Bukhara...


Nuestra partida del oasis de Khiva no estuvo exenta de problemillas. Lo habitual en estos casos es contratar para el desplazamiento un taxi que la gente suele compartir para que le salga más o menos barato. Al no encontrar a nadie para compartir gestionamos a través de la oficina de turismo un taxi pequeño para solo dos personas sin aire acondicionado (si, qué pasa!!! Somos de Ejjjjpaña y para aguante de calor nosotros ¿no?). Nuestra sorpresa cuando al recogernos el taxi vemos que el coche es grande (ufff, esto me huele a chamusquina) y que el taxi se va parando en algunos guest house buscando gente. Le tenemos que decir al taxista que eso no es lo que hemos gestionado y que no nos importa que venga una persona más en la parte delantera, pero atrás vamos dos personas y punto. En fin, que empiezan las trabas y las llamadas de móvil a la oficina de turismo (quizás ha habido un malentendido vuestro, nos dicen. De eso nada, monada, hemos entendido perfectamente…) e intento de plantarnos una persona más atrás. Nosotros seguimos erre que erre, atrás solo iremos dos. Al final, llega el acuerdo. El taxista recoge a un Uzbeco en Urgench y partimos a Bukhara. (Posteriormente nos enteramos que esta misma jugada se la plantan a todos los turistas que hacen la ruta)

Los 530 Km que separan Khiva de Bukhara son de puro desierto amenizados por una carretera con más agujeros que los quesos gruyere. Hace lo que se dice un calor de “cojones”. Habrá que aplicar el estoicismo y la ingesta masiva de agua.
Al rato un gran río, tiene que ser el Amu Daria y un ¿puente? (digo lo de puente, porque la consecución de planchas de acero unidas por cadenas no me daban mucha seguridad). Me acuerdo en esos momentos de Eduard y su maravillosa página que desde aquí os recomiendo: http://www.amudaria.blogspot.com/pot.com/ quien antes de partir me mandó un email deseándome un buen viaje.

A 200 km de destino el conductor nos sugiere a través del nuestro acompañante uzbeco que si queremos que ponga el aire acondicionado, debemos pagar 5 $ más por pasajero. Malditos taxistas, son iguales en todas partes!!!! (léase con cara de total cabrero). Le decimos algo así como “tu no sabes lo que es Alcalá en pleno julio” (sin intención de que nos entendiera, claro). No hay “aire” que valga.

Tras 6 horas de trayecto, por fin llegamos a nuestro destino. Nos espera el hotel K.Komil. Una recepcionista nos recibe con una gran sonrisa. Tras los papeleos de rigor, nos muestra la habitación. Simplemente fantástica. Decoración en estuco propia de los palacios uzbecos, gran aire acondicionado, excelente cuarto de baño, minibar a precio más que razonable y una televisión con 1500 canales. ¿Se puede pedir más tras una inagotable jornada? Siii, una estupenda ducha de agua fria y a explorar el territorio.

He de confesaros una cosa que rápidamente sintió mi ser al ir a ver la ciudad: a pesar de haber nacido en la "estepa castellana", el calor de Bukhara es de otro mundo. A decir, a las 7 de la mañana estamos ya a 35º (y yo que pensaba que venía del desierto...).

Lo mejor: buscar un lugar fresquito y comer unas viandas...
No vine a Uzbekistan evidentemente por lo suculento de su cocina, eso está claro. No hay mucha variedad (aunque si calidad, los tomates os aseguro que saben a verdadero tomate) y a veces esa variedad no está en el gusto. La lengua estofada y los interiores de los animales no son lo mio. Una prueba por probar de todo ¿eh?, no creáis que soy una triquismiquis. Al final lo que triunfa son las ensaladas tremendamente variadas (que aunque no son recomendables a muchos estómagos por el tema del agua, para mi nunca han sido un problema) y el shashlyk (carne de cordero o pollo a la brasa al estilo pincho moruno). Sus sopas también están muy ricas, pero claro, solo es apto para amantes porque se suda la gota gorda y también unos raviolis rellenos muy típicos... Su plato nacional es el plov que es un estofado con arroz, lo probé y bueno, no deja de ser un estofado con verduras y arroz... en fin, tampoco es nada nuevo aunque estaba bueno.
De postre sandía, helado y no falta nunca el té.

martes, 19 de agosto de 2008

Primera parada: el oasis de Khiva.



Todos los regresos se hacen duros, especialmente cuando los ojos se han llenado de maravillas tales como las vistas en Uzbekistan. Y es que pocos sitios te dejan esa extraña sensación de pérdida ante lo único y una idea constante de que en algún momento de nuestro camino hay que regresar para volver a contemplar la tierra de Timur.


Nuestro vuelo Moscú- Urgench salió con puntualidad. Al aterrizar en el pequeño aeropuerto nos dimos cuenta que nuestra pequeña aventura había comenzado: eramos los únicos turistas de todo el pasaje. Al pasar por la pequeña sala de aduana, los policiás nos fueron quitando el pasaporte a todos sin excepción. No entendiamos nada ante una marabunta de uzbekos que venían cargados de Moscú con enormes televisiones de pantalla plana, equipos de música, máquinas de coser, etc. Por supuesto, el papel de emigración solo venía en uzbeko. Nuestra cara mezcla de asombro y risa hizo que una chica rusa con un más que precario ingles se ofreciera a rellenarnos los papeles: que cuanto dinero traéis, que cuantos móviles tenéis, que cuantas cámaras de fotos, que cuanto oro... ¿oro? si, si, oro. Yo le enseñe las orejas y le dije que apuntara que no llevaba nada más...
La policiá iba apuntanto uno por uno los nombres de los pasajeros y sus pasaportes en una lista confecionada a mano, y cuando ese tramite estaba hecho, gritaba el nombre de la persona en cuestión para que se pasara a retirar el pasaporte. Era como estar en el mercado solo que lo que se subastaban eran pasaportes... a este aeropuerto no ha llegado el sistema informático. A nosotros fue fácil localizarnos: España!! gritaba el policía entre cara de asombro y con una sonrisa. Nos dio los pasaportes sin ningún problema (habíamos leído tantas cosas acerca de las aduanas que nos sorprendió la facilidad).
Nuestra primera parada fue para Xiva (Khiva). Este pequeño oasis situado al norte de Uzbekistan constituía una parada obligatoria a las caravanas de la ruta de la seda que se dirigian hacia Irán. Adentrarse en Itchan Kala (los intramuros de la ciudad antigua) es transportarse a otra época, a otro mundo. Madrasas, palacios, minaretes, mausoleos se entremezclan entre las estrechas y laberínticas callejuelas de la ciudad. Es todo tan sumamente preciosista que hasta parece irreal.
En puestos callajeros de regalos se arremolinaban tanto turistas como locales. Lo cierto es que no hay mucho turista por la ciudad, quizas por la lejanía del lugar. Los vendedores me parecieron simpáticos y mucho menos insistentes de lo esperado en una cultura de bazares y del regateo. A la postre resulto ser un lugar ideal para comprar los recuerdos del viaje y los regalos familiares: mucho más barato que en el resto del país.
Durante nuestro paséo por la parte menos turistica de la ciudad y donde viven los locales, todos los críos y los menos críos nos van saludando con un "hello". Una muchacha que tiene ganas de practicar un poco el ingles se para a hablar con nosotros. Al cabo de unos minutos nos invita a pasar a su casa e invitarnos a un té con pastas. Es estudiante de idiomas y tiene ilusión por convertirse en guia turístico. Pasamos un rato muy agradable hablando de los usos y costumbres de nuestros respectivos países.
El atardecer en la ciudad es mágico cuando los últimos rayos del sol del desierto se posan sobre los minateres azules. Nos sentamos en una terraza para contemplar la paz del lugar con una cerveza Sarbast entre las manos. Qué buena está la cerveza Uzbeka, nunca lo hubiera imaginado!!!

Hora de retirarse. El día ha sido largo y el cansacio aprieta. Mañana seguiremos investigando la ciudad ahora dormida.



viernes, 1 de agosto de 2008

Próximo destino: Uzbekistan.



En par de días comienzo mi periplo por Uzbekistan siguiendo los pasos de la ruta de la seda.

Espero poder contar con más tiempo del que dispongo últimamente, algo de lo que allí viva, vea, huela, saboree... de momento los ojos los tengo muy abiertos porque no quiero perderme absolutamente nada...


Samarcanda... otro sueño que haré realidad!!!