sábado, 27 de septiembre de 2008

Lo mejor de Uzbekistán: los Uzbecos.



Si hay algo que le confiere a estas tierras un carácter único es la amabilidad de sus gentes. Levantarte por las mañanas a visitar las ciudades y encontrarte un “hello” en caras sonrientes o un “bienvenido a Uzbekistan” suponía un aliciente para pasear por los rincones más reconditos de las ciudades, porque cuando te veían perdido, se paraban para indicarte como buenamente podían, dónde se encontraba tal o cual monumento, o incluso preguntarte con curiosidad de dónde eras y porqué habías elegido Uzbekistan para tus vacaciones.
En muchos lugares te preguntaban con una educación exquisita si podían hacerse fotos contigo. A ellos también les resultan curiosas nuestras distintas apariencias e idiosincrásias.Y es que en este lugar, la contaminación “turística occidental” no ha llegado a alcanzar cotas suficientes para que se implanten la indiferencia y la apatía, algo que resulta cuando menos de agradecer, al menos para mi, porque marca la diferencia entre lo “bonito” y lo “enriquecedor”.
El carácter uzbeko es abierto, alegre y sociable, algo que no sé si se debe a la importancia del buen tiempo y su sol o a que su islamismo tremendamente moderado les permite ciertas licencias impensables en otros países vecinos: beben vodka como agua (señor qué estomagos: 90 grados de pura colonia) y cerveza. Lo que está claro es que esas costumbres provenientes de los años de ocupación Rusa no han minado su caracer hospitalario propio del mundo musulmán. No es de extrañar por ello, que te abran las puertas de su casa y te ofrezcan un té.

En cuanto a la eterna pregunta de los viajeros ¿qué ciudad te ha gustado más: Khiva, Bujará o Samarkanda?, pues señores, esta vez no me mojo. Hay países en los que la respuesta no te hace vacilar ni un minuto, sale sola, pero en esta ocasión surgen dudas, pros y contras, incedisiones: las tres son imprescindibles desde mi punto de vista. Aquellos que viajen a Uzbekistan y no visiten Khiva se estarán perdiendo uno de los tesoros mejor guardados del mundo, asi pues la ciudad bien merece un camino de “sofocón”.

Creo que solo hay dos o tres países de los que me ha costado despedirme tremendamente y este ha sido uno de ellos. Ya sé que la próxima vez que lea o vea algo relacionado con Uzbekistan, me emocionaré, recordaré, soñaré… porque esta vez una parte de mi se quedó recorriendo la ruta de la seda en las tierras de Timur.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Asalto a la fama en Samarkanda.



Tras el tormento que supuso el desplazamiento de Khiva a Bukhara, el tren hacia Samarcanda fue un paseo.

Habíamos comprado el billete el día anterior en una agencia local y solo quedaban asientos en 3ª. Pardiez!!, pensaba para mis adentros, como sean como los de la India me da algo…. pero no, mujer de poca fe… lo cierto es que era un tren moderno con unos asientos la mar de cómodos.

A nuestra llegada a la estación compartimos autobús con unos alemanes muy majetes para ir directamente al hotel: un dólar después habíamos llegado.

En esta ocasión nos quedamos en el Antica B&B, una habitación limpia, sin lujos pero agradable donde nos recibieron muy cordialmente (la dueña os ayudará en todo lo que pueda con su excelente inglés) y donde ponen un desayuno exquisito. Habíamos leído que el hotel estaba alejado de la plaza de Registán (en fin, si 10 minutos andando es lejos para alguien que quiere patear y visitar una ciudad, apaga y vámonos!), y se encuentra justo al lado del Gur-e Amir (Guremir para los amigos), donde está enterrado Tamerlán y que es una de las maravillas de la ciudad. Como curiosidad de esta construcción os diré que sirvió como modelo para la posterior construcción del Taj Majal de Agra.

Ahhh!!! y muy importante, frente a nuestro guremir se encuentra la calle del gran amigo "Ruy González de Clavijo" (apodado el Marco Polo Español), ese ilustre a la par que desconocido embajador castellano-madrileño que durante el reinado de Enrique III de Castilla, deció hacerse mochilero y se paseó por tierras uzbekas para ver cara a cara al propio Tamerlán. Por ello cerca de Samarkanda hay una ciudad de nombre Madrid... (a los que os pique la curiosidad hay un libro suyo llamado "Embajada a Tamerlán" de venta en cualquier libreria...)
Me he ido por los cerros de úbeda. Sigo con mi relato:

Para nuestra fortuna, la temperatura media ha descendido bastante, lo que te permite visitar la ciudad con cierta calma… lo primero, por supuesto: la plaza del Registán.
Voy a intentar explicarlo: esa foto que has visto una y otra vez diciéndote “algún día yo estaré allí” y te lo encuentras delante de tus narices y piensas: coño, es real!!! Además, yo para estas cosas suelo ser bastante pasional. (Todavía recuerdo los brincos de emoción que pegaba en el Louvre al ver algunas piezas ante la atónita mirada de algunos visitantes. Menos mal que yo hace tiempo dejé de tener miedo al ridículo…)

Durante la visita a las madrasas nos paramos a ver la filmación de un videoclip donde un grupo de personas ataviadas con trajes uzbecos bailaban al son de la musiquilla… el regidor pedía a la gente que diera palmas y animara un poco el evento. Y entonces fue cuando al vernos dijo “venid para adelante que vais a ser extras” y una cámara comenzó a grabarnos. ¿Qué hay que bailar? Pues se baila. ¿Qué hay que cantar? Pues se canta. Mira que a lo mejor soy famosa en Uzbekistán y yo aquí sin cobrar exclusivas!!!!

Pero además de esto Samarkanda ofrece a los visitantes otros lugares impactantes de los que destacaría la mezquita Bibi Khanum (que se encuentra en restauración y donde sorprenden sus gigantescas medidas) y sobre todo la necrópolis Shah-i-Zinda. Esta necropolis, construida sobre las ruinas de la antigua ciudad sogdiana, está compuesta por varios magníficos mausoleos de la dinastía Timúrida y simplemente para algunos mortales como yo, resulta motivo suficiente para haber viajado hasta esta ciudad.

Anotación: cosas que no hacer en Samarcanda.

Aunque lo ponga la Lonely Planet, no vayas a la tumba del profeta Daniel. Sin absolutamente nada que destacar solo es apto para devotos de Ben Hur y los 10 mandamientos... no mereció la pena ni una foto.
Mañana o en cualquier otro rato, más.